Caminamos sin rumbo por una vida sin guion y sin guía. Deambulamos por el mundo en busca de nuevos horizontes, experiencias, aventuras, cambios y personas, amaneceres y atardeceres. Cada viaje en tren se convierte en todos los viajes en tren, cada espera de aeropuerto son todos los aeropuertos, cada kilómetro se asemeja a los anteriores. Hemos perdido nuestro punto de apoyo, no tenemos una base en la que refugiarnos y tanto tiempo a la deriva, sin brújula y sin compás, nos ha generado una nueva sensación, una nueva añoranza. Una que ha guiado nuestros pasos hasta aquí, que nos empujó a poner en práctica nuestro plan de contingencia. Después de casi 2 años de movimiento sin pausas, llego la hora de frenar.
Fue la añoranza de volver a regar una planta, de verla crecer y dar sus frutos, la de conocer a nuestros vecinos, la de tener vecinos. La de desarmar la mochila entera, y guardarla por un tiempo. Entablar relaciones de amistad, andar en bicicleta, conocerse hasta el último rincón de una ciudad. Tener nuestra cocina donde podamos cocinar a gusto y piacere, planear un asado para el fin de semana o para la semana que viene. Ver a los mismos arboles cambiar de color con las estaciones, ver llegar la nieve del invierno y las lluvias de la primavera.
El amor por la ruta y todo lo que representa sigue corriendo por nuestras venas, alimentando nuestros sueños y nuestras vidas, eso no parece que vaya a cambiar. Pero también teníamos ganas de volver a tener un hogar, uno nuestro, de Ariel y Celeste. Así que pusimos en práctica lo que ya hace mucho teníamos planeado para cuando esto pasara (cosa que sentíamos inevitable tarde o temprano).
Nos vinimos a Dinamarca. ¿Por qué Dinamarca? Es lo que la mayoría de nuestros amigos y familiares (que por supuesto sabían que estábamos viviendo aquí) nos han preguntado. La respuesta es puramente práctica: Dinamarca ofrece a los argentinos visas de trabajo Working Holiday, similar a la que usamos ya en Nueva Zelanda en el 2011 y en Australia en el 2015. Ésta visa nos permite vivir durante un año y trabajar durante 9 meses en todo el territorio danés.
Existen muchas visas similares para argentinos en Europa, pero elegimos ésta por que sacarla es sumamente fácil (ya van a llegar las guías), gratis si lo haces en Dinamarca, y relativamente rápido. Y así fue: vinimos, aplicamos, nos fuimos a Italia (¿vieron los lugares hermosos que conocimos en Italia? ¡Miren las fotos!) y volvimos cuando nos las aprobaron.
Desde entonces hemos estado haciendo justamente lo que queríamos hacer, lo que habíamos empezado a extrañar. Conseguimos trabajos, hicimos amigos, conocimos a nuestros vecinos, regamos una planta y compramos bicicletas. A la ciudad de Copenhague cada día la sentimos un poco más nuestra, cada semana la conocemos un poco mejor.
Si bien costo acostumbrarse a ciertas cosas, luego de dos meses viviendo aquí ya nos sentimos con la suficiente estabilidad como para continuar donde nos quedamos. Estamos listos para romper el silencio del Blog y seguir contándoles las increíbles aventuras que vivimos desde que salimos de Kazajistán hasta que llegamos acá.
Pasamos de todo en nuestro paso por el Oeste de Rusia, por Turquía, Berlín e Italia. Y claro, nuestra vida en Dinamarca no está exenta sus propias aventuras y desafíos. No se imaginan lo ansiosos que estamos por escribir esos relatos, esas guías y ver qué sale de nuestras cabezas ahora que estamos pasando por tantos cambios.
Hoy tocamos tierra después de 2 años a la deriva, pero desde el puerto que ahora llamamos hogar podemos ver los vientos huracanados que sacuden al océano infinito que es el mundo, y que prometen aventuras, y sonreímos con expectación pensando en nuestra próxima odisea.
La ruta siempre, inevitablemente, nos va a volver a llamar. Y nosotros nunca podremos ignorar ese llamado.
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¡Qué tengan buenas rutas!